“Complejo, no difícil…”
Es importante que desde un principio sepan la verdad: curar las enfermedades es MUY complejo… pero NO es difícil! Suena extraño, no? Eso es porque hemos perdido noción del real significado de cada una de esas palabras, al punto que las usamos indistintamente a pesar de tener un significado diferente.
Difícil es algo que requiere de mucho esfuerzo para aprender o realizar. Por otra parte, Complejo es algo compuesto por varias partes.
Si queremos poner de ejemplo algo difícil, yo pensaría en completar un triatlón o en ganar una medalla de oro en las Olimpiadas. Para ello necesitaríamos un entrenamiento especial que prepare nuestro cuerpo a las exigencias de algo tan selecto dentro del mundo del deporte competitivo. Deberíamos someternos a una serie pruebas físicas y cambios en nuestra vida cotidiana, que realmente transformarían nuestro día a día. Entrenar varias horas al día invirtiendo un gran esfuerzo de voluntad y desempeño físico, no durante 1 ó 2 días, sino por meses y años. No quiero desanimarla o desanimarlo si sueña con eso, pues no digo que sea imposible, pero por lo menos para mí, se me haría algo difícil de lograr.
Por otro lado cuando hablamos de algo complejo, nos referimos a algo que tiene muchas cosas involucradas en su realización, muchas etapas o partes antes de completar nuestro objetivo. Armar un mueble sin ser carpintero es algo complejo, pero con un buen plano de instrucciones, no debería ser algo difícil ni menos imposible aun para los menos hábiles en este tipo de tareas.
El único requisito es que no falte la paciencia, dedicación y perseverancia.
Decidí iniciar este artículo tomándome el tiempo para hacer esta diferencia, pues como les comenté al principio, curar la gran mayoría de las enfermedades que nos aquejan no es difícil, sino complejo.
Desde la perspectiva y análisis de la Medicina Funcional, las enfermedades crónicas como la hipertensión, resistencia a la insulina/diabetes, sobrepeso/obesidad, hipotiroidismo, colesterol alto, artritis reumatoidea, enfermedad renal, entre muchas otras; han logrado enraizarse en la vidas de las personas y las sociedades, sólo porque no se ha considerado la complejidad del funcionamiento del cuerpo humano, simplificando toda la reflexión médica a la tarea de agrupar síntomas y signos a un nombre definido (que llamamos enfermedad) para el cual se ha escogido uno o más medicamentos que han demostrado disminuir su intensidad (en el mejor de los casos), pero nunca curarla.
Por más que se ha intentado simplificar el tratamiento de las enfermedades, las estadísticas muestran que por más “súper fármacos” que se han descubierto y administrado, los resultados no son mejores y en muchos casos, hasta hemos empeorado.
No pretendo invalidar los grandes avances que se han realizado en la farmacología de los últimos 20 años, pero su impacto real ha sido en las enfermedades “agudas” (como las infecciones y accidentes cardio y cerebrovasculares) pero no en las crónicas, de largo aliento, que son las que finalmente gastan el gran porcentaje de la inversión en salud de los países desarrollados.
La Medicina Funcional es una forma innovadora de profundizar en las complejas interacciones de la mente y cuerpo humano con el ambiente, a través de distintas herramientas terapéuticas validadas por los avances científicos de los últimos 30 años.
La epigenética, nutriogenómica y metabolómica son algunas de las nuevas áreas de la medicina que están revolucionando el manejo de las enfermedades, pues cada vez es más claro que lo que hacemos, pensamos, comemos, dormimos, etc. en nuestro día a día tienen una impresionante importancia en cómo el organismo responde y se enferma o restaura.
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